La Revista Digital RAZÓN PUBLICA, saca un artículo muy importante sobre "La Revolución demográfica en vivo y en directo", done señala los grandes cambios que se han dado en la humanidad desde hace muchos siglos, pero más interesante es Colombia, que cada día se envejece y no se tiene Pensión y Seguridad digna para los mayores de 70 años.
ECONOMIA Y SOCIEDAD | |
Domingo, 26 de Febrero de 2012 18:37 | |
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Crecimiento exponencial En el momento del descubrimiento de América, la humanidad había alcanzado los 600 millones de personas; al comienzo del siglo XIX se llega a los primeros 1.000 millones, cifra que se duplica hacia la Gran Depresión de los años treinta, o sea en menos de 120 años.
En solo 70 años la población mundial más que se triplicó: llegó a 6.000 millones antes de terminar el siglo XX. A finales del 2011 debió nacer el habitante 7.000 millones y hacia el año 2025 la población mundial será de 8.000 millones. Cada vez más viejos No obstante, hasta el siglo XIX la expectativa promedio de vida aumentó con lentitud, y a comienzos del siglo XX era de apenas 35 años. Gracias a los avances en salud, durante el siglo pasado la esperanza de vida se duplicó, aunque con grandes diferencias entre continentes. Mientras en África hay países con menos de 40 años, en Europa y Asia varios superan los 80 años. Pero se está ampliando la desigualdad: cerca de 2.000 millones de personas viven en la pobreza, de las cuales 1.000 millones padecen hambre, aunque la capacidad de producción per cápita de alimentos se ha duplicado durante los últimos 100 años. Algunas cifras ilustran la «revolución demográfica» que supone el aumento en la expectativa de vida y el correspondiente aumento en el peso relativo de los adultos mayores, con tasas de mortalidad y natalidad cada vez más bajas, lo cual implica una nueva fase en el proceso de «transición demográfica»:
Como es natural, los cambios en el perfil etario de la sociedad traen consigo transformaciones económicas, sociales y políticas profundas, que modifican de manera sustancial la «senda» del desarrollo humano. Si aumenta la expectativa de vida al nacer, la población «envejece» y se modifican sus necesidades en cuanto a alimentación, educación, salud y vivienda, lo cual afecta de manera sustancial el consumo de los hogares, o sea la demanda, lo que obligará a modificar la oferta. También deberán adaptarse la estructura fiscal – quiénes pagan impuestos y cuáles son las fuentes de tributación – la composición del gasto público, en especial el dedicado a bienes y servicios sociales, y el panorama político – los mayores participan más y son más conservadores–. Cambiarán el mercado laboral y los sistemas de pensiones, pues el peso relativo de la gente en edad de trabajar disminuirá: si en 1950 había 12 personas entre 15 y 64 años por cada persona mayor de 65 años, para el año 2000 esa relación bajó a 9 personas y se espera que para el 2050 sea sólo de 4 personas. Este proceso tendrá influencia directa en la solidaridad inter–generacional e intra–generacional. Con el trascurso del tiempo se necesitarán menos escuelas de educación básica y hospitales pediátricos y más centros geriátricos y de re-entrenamiento de adultos, mientras las industrias de la alimentación, de confecciones y la construcción, entre otras, tendrán que repensar sus productos, pues habrá más personas con mayor peso, estatura y dificultad para moverse, por lo que requerirán menos grasa y calorías, viviendas con puertas más altas y anchas y menos escaleras, muebles más resistentes y vestidos más holgados. Colombia crece y envejece La población colombiana, como toda la población de la tierra, también ha tenido cambios muy significativos en las últimas décadas, lo que afecta sus condiciones de trabajo y de vida, ya sea en sentido positivo o negativo:
A finales de la primera década del siglo XX la expectativa media de vida al nacer en Colombia era de 35 años, hacia mediados del siglo había subido a 50 años y al finalizar la primera década del siglo 21 se acerca a 75 años. Mortalidad, natalidad, fecundidad Como es natural, las principales variables demográficas también han sufrido cambios sustanciales. La tasa bruta de mortalidad disminuyó de casi 17 fallecimientos por mil habitantes a mediados del siglo XX a un poco menos de 6 al finalizar el siglo y a 5,4 al terminar la primera década del siglo XXI. Cada vez resulta menos necesario «reemplazar» los hijos muertos en los primeros años de vida: la tasa de natalidad disminuyó de 47 nacimientos por mil habitantes en los años cincuenta del siglo pasado a 21,7 en 2000, y a menos de 20 la primera década de este siglo. Al tiempo, la tasa global de fecundidad (hijos por cada mujer en edad fértil) «cayó» de casi 7 hijos en la mitad del siglo a un poco más de 2,5 al finalizar la centuria y algo menos en el principio de este siglo. También se ha modificado de manera sustancial el ritmo de crecimiento por grupos de edades, lo cual modifica la estructura etaria. A medida que el grupo asciende en edad, mayor fue el ritmo de crecimiento durante la segunda parte del siglo XX y a principios de este siglo. Desde el inicio del Frente Nacional, con el gobierno de Lleras Camargo, hasta la primera administración de Uribe Vélez, la población menor a 19 años creció al 1,68 por ciento anual; la población de 20 a 39 años al 2,60 por ciento; la de 40 a 59 años al 3,06 por ciento; la de 60 a 79 años al 3,42 por ciento y los mayores de 80 años al 5,23 por ciento anual. Entre 1950 y 2010 la población aumentó en 3,8 veces, o sea 33,5 millones de personas, lo que hizo que la densidad por kilómetro cuadrado de superficie pasara de 10,5 habitantes en la mitad del siglo pasado a casi 40 ahora, muy baja aún en comparación con la mayoría de los países del mundo. Más adultos mayores ¿de qué vivirán? De mantenerse el aumento acelerado de los adultos mayores, la población de más de 70 años pesará cada vez más en el total y disminuirá la proporción de la población en edad de trabajar. Esto eleva la tasa de dependencia laboral, lo cual es grave en un país como Colombia, donde la inmensa mayoría de las personas que pasan de 65 años no están afiliadas al sistema de pensiones. Se prevé que para el año 2020, los menores de 19 años serán el 33,7 por ciento de la población, las personas entre 20 y 39 años serán el 31,2 por ciento, quienes estén entre 40 y 59 años el 22,4 por ciento, entre 60 y 79 años el 11,1 por ciento y los mayores de 80 años aumentarán al 1,6 por ciento de la población total. De mantenerse el aumento acelerado de los adultos mayores, la población de más de 70 años pesará cada vez más en el total y disminuirá la proporción de la población en edad de trabajar -la que financia la seguridad social-, lo cual es grave en un país como Colombia, donde la inmensa mayoría de las personas que pasan de 65 años no están afiliadas al sistema de pensiones. La tasa de dependencia (número de personas de 15 a 64 años por persona mayor de 65 años) habrá disminuido de 13,2 personas en 1985 a 9,6 en 2010 y 7,8 en 2020, tendencia similar a la observada a nivel mundial. Se prevé que para el año 2020, los menores de 19 años serán el 33,7 por ciento de la población, las personas entre 20 y 39 años serán el 31,2 por ciento, quienes estén entre 40 y 59 años el 22,4 por ciento, entre 60 y 79 años el 11,1 por ciento y los mayores de 80 años aumentarán al 1,6 por ciento de la población total. Como al tiempo que aumenta el peso relativo de la población adulta se mantienen la concentración del ingreso y la ocupación informal –empleos con escasa protección legal y precaria remuneración– se entiende por qué en los últimos lustros no disminuyen la pobreza y miseria como era de esperar, a pesar de un buen crecimiento económico. El caso de Bogotá Para finales del siglo XIX, la mayoría de sus pobladores eran mestizos y la población total podía acercarse a 86.500 personas en 1900, con un crecimiento anual superior al 2,5 por ciento. En la primera parte del siglo XX el crecimiento demográfico se «disparó», dadas la migración masiva hacia la capital y las mejoras en el suministro de bienes sociales como agua potable, educación y cuidado de la salud. Las tasas de crecimiento superaron al 4 por ciento anual, para totalizar 650.000 habitantes en 1950. Para la segunda parte del siglo XX esta tendencia se mantuvo, y más bien se aceleró un poco, pues la población llegó en el año 2000 a 6,3 millones de habitantes.
Pero hacia el final del siglo 20 y principios del siglo XXI el ritmo de crecimiento se contrajo, por el efecto combinado del control de la natalidad, la elevación de la escolaridad y la vinculación de las mujeres al mercado laboral, lo que llevó también a una disminución pronunciada de la fecundidad. No obstante, la población llegó a 7,3 millones en 2010 y totalizará casi 8,4 millones en 2020, a una tasa geométrica cercana al 1,5 por ciento anual en las dos primeras décadas del siglo XXI, tasa algo superior al promedio nacional. La composición etaria de la población bogotana ha seguido una evolución similar a la de Colombia, pero con una previsible mayor disminución de la población joven y más rápido aumento de los mayores de 40 años. La tasa de dependencia también disminuirá, con lo que ello significa como sobrecarga para el ingreso y el ahorro de los hogares, así como para el sistema pensional: de 14,5 personas de 15 a 64 años por cada persona mayor de 65 años en 1985, a 10,9 personas en 2010 y 7,6 personas en 2020, una tendencia declinante mayor que la observada en toda Colombia. ¿Nos estamos preparando? Muchos hechos indican que la sociedad colombiana no está preparada para estos enormes cambios y hay evidencia de una fuerte tendencia a retirar del proceso de trabajo a personas que están en plena etapa productiva. Como también ha aumentado de manera significativa la escolaridad media, con tal retiro se produce un desperdicio incalculable del conocimiento acumulado. La solución de esta costosa paradoja, en términos monetarios y morales representa un inmenso reto, pero también una oportunidad, para quienes están comprometidos con el desarrollo futuro de la sociedad. * Vicepresidente de la Academia Colombiana de Ciencias Económicas; miembro correspondiente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de España; doctor (summa cum laude) de la Escuela Superior de Economía de Berlín y doctor en ciencias económicas de la Universidad de Rostock (Alemania); director del Observatorio sobre Desarrollo Humano y profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Colombia. obdehumano@fuac.edu.copresidente@fundacionamericamundial.org | Julio Silva-Colmenares *
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