Para Jorge H Albarracín La abstención en la próxima jornada electoral va a ser demasiado notoria. Las encuestas no son prometedoras para ninguno de los candidatos. Para Santos, a pesar del control político que tiene, no son favorables las intenciones de voto. El candidato promovido por Uribe tan solo tiene el 10 por ciento mientras Clara López y Navarro se encuentran en un 5 por ciento. Estas cifras corresponden a la primera medición de la encuesta Colombia Opina. Según la encuesta, el 23 por ciento afirma que votará en blanco y uno de cada 4 encuestados aún no sabe por quién votar. Sumadas estas dos alternativas bordean el 50 por ciento del electorado y reflejan un fenómeno muy particular. La clase política está en una disyuntiva muy difícil por el rumbo que le han trazado al país. La pobreza y al indigencia a llegado a límites escalofriantes. La indigencia en Colombia es superior a los 19 millones 900 mil colombianos con un ingreso $281.384, mientras 7 millones 200 mil tan solo reciben $ 120.588 por alguna labor que desarrollan. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) la indigencia se califica por ingresos inferiores al salario mínimo. Esto quiere decir que la indigencia en Colombia tiene una dramática cifra superior a las 27 millones de personas. Adicionalmente, se encuentras las que se califican dentro de la línea de pobreza de acuerdo a estándares internacionales. Estos problemas están haciendo mucha mella en la credibilidad del gobierno y exigen reorientar las políticas públicas. Ni Uribe ni Santos estarían dispuestos a hacerlo porque ellos están casados con las política macroeconómicas definidas por los mercados internacionales y sus multinacionales. Otra de las explicaciones a la actual crisis es la corrupción, esta sigue ahondando el desangre de las finanzas públicas. Lo peor es que este fenómeno es consustancial con el sistema político, pues dicho sistema se mantiene a base de componendas y temerarias alianzas con la criminalidad como la del narcotráfico. No se trata de descalificar porque ser oposición, simplemente veamos las conflictivas relaciones de los últimos ex presidentes y el presidente Santos, todos se acusan de vínculos con las mafias y de incapacidad para gobernar. Con seguridad todos tienen razón, han sido malos gobernantes y todos se han relacionado con mafias y paramilitares. Precisamente a todo ello se debe el escepticismo que existe entre los colombianos. Santos nos ha prometido la paz pero esta, en realidad no se ve en el horizonte. Las promesas difieren con los hechos que a diario impactan la vida de los colombianos. En torno a los diálogos de paz hay mucha manipulación del gobierno a través de los consorcios mediáticos precisamente con fines electorales. Hay que pensar en soluciones efectivas bajo una ruta nueva para el país. El voto en blanco no representa ningún programa alternativo y la abstención tampoco. Esto hace urgente que las fuerzas que propugnan por democracia, soberanía, transformaciones económicas, justicia social y la salida política al conflicto se alineen en una tercería que asuma compromisos efectivos con el bienestar de los colombianos. Si no hay una tercería se gane la confianza del electorado, las cifras de indigencia y pobreza serán más dramáticas en un próximo gobierno de Santos.
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