Por Guiilermo Romero Salamanca
Actor, escritor, poeta, cantante, presentador de noticias, empresario y el más grande animador de la televisión colombiana. Además de darle empleo a centenares de personas con sus espectáculos, creó empleos e hizo que los televidentes tuvieran a un personaje inimitable y de un corazón que sacaba hasta las lágrimas.
Ayudó a centenares de fundaciones, obras sociales y muchas personas gracias a sus trabajos pudieron tener una casa, una silla de ruedas o hasta un televisor.
NUNCA DIJO NO
Creador del eslogan más llamativo, “santafecito lindo”, Pacheco-Castro fue un español que amó a Colombia más que cualquiera de los que han nacido en este terruño de dos mares, montañas, esmeraldas y senadores que reparten lechonas.
Gozó como nadie, bailó, cantó, entrevistó a las mujeres más lindas del país, charló con presidentes de la República, amó como nadie a esta nación, lloró amargamente con el secuestro de su primo Guillermo “la chiva” Cortez, amaba las frituras de Soacha y le gustaban las brevas con mora. Gritaba como nadie, le encantaba jugar generala, hacía trampas, se reía de chistes malísimos, se mordía las uñas, quería a las personas, pero tuvo que dejar la televisión por casi dos años ante las amenazas de secuestro.
ERA AMIGO DE PASEAR SUS PERROS
Coleccionó en dos oportunidades grandes cadenas con dijes, coleccionaba búhos, tuvo varias loras y varios perros llamados “fantomas”, que le encanta llevar en su moto con cajón para pasajero, le gustaba salir los sábados en su Mercedes Benz descapotable, siempre presentaba sus programas con el libreto en la mano y nunca dejó de usar pañuelos blancos.
Era un gran lector, conocía de historia, de geografía y se daba gusto con las lociones. Amó a muchas mujeres en su vida, pero dos le rompieron el corazón. Fue buen boxeador e hizo exposiciones para fundaciones, pero cuando debía pelear de verdad, usaba brutalmente la izquierda.
GANO MÁS DE LO QUE LOS ENVIDIOSOS CREEN Y MENOS DE LO QUE LA GENTE PIENSA
Nunca dijo no a una entrevista, pensaba siempre en las respuestas, a veces filosofaba demasiado y era un duro crítico con los gobiernos de turno. Se prestaba para las payasadas, montó en globo, saltó en paracaídas, hizo canotaje, nadó en las heladas aguas de la represa de Chocontá donde casi fallece congelado, subió montañas, hizo Pacheco Insólito, fue actor de El Viejo, odiaba la canción “ya tengo ya la casita” y le fascinaba el caldo con maní.
Hoy está en el cielo. Animando una orquesta celestial, cantando con el coro de los ángeles, besando a la mula y al buey del pesebre, tocando alguna arpa o simplemente haciéndole una entrevista a Dios. Pacheco, un millón de gracias por llevarme al periodismo. Que Dios te tenga en su santo reino.
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