El modelo que explica de manera conveniente la actual estructuración del trabajo en la moderna sociedad del conocimiento es a la vez complementaria y contradictoria. Una primera visión sugiere una vertebración de las ocupaciones laborales desde un prisma formal, que destaca por la preeminencia de la organización administrativa y de la actividad de control y gestión. Bajo esta perspectiva, lo más característico se centra en observar cómo personas y/o grupos de personas, coordinan, estructuran, pagan y controlan el trabajo en todas sus facetas. La segunda visión está más vinculada a la ocupación; a las propias funciones y competencias y habilidades que el individuo desarrolla en el proceso de trabajo, a la descripción y problemática que genera y a las repercusiones e implicaciones sociales de su actividad laboral tanto en su faceta grupal como individual en cuanto miembro activo de esos colectivos.
Sin ánimo de cerrar una definición categórica, podemos precisar la ocupación laboral como una dedicación de manera regular a tareas o grupo de tareas, que están socialmente identificadas bajo un título o definición. Siendo tareas funcionalmente reconocidas por quien las realiza y por las personas ajenas al trabajador/a.
Es obvio que en la etapa actual que atraviesa el mundo del trabajo, se antoja más relevante socialmente la visión formal (¿para quién trabajas?, ¿dónde trabajas?) que la visión ocupacional, es decir, aquella que te define como trabajador, (¿qué es lo que haces?, ¿a qué te dedicas?) Estas tendencias formales, sólo se rompen cuando la función que se realiza tiene una gran visibilidad social, como es el caso de la profesión de policía, actor o bombero. En estos casos prima más el rango ocupacional que el formal o administrativo. Igual situación se produce cuando la ocupación se refiere a tareas que se desvían de la norma social (caso por ejemplo de la prostitución). Igualmente es más significativo el aspecto ocupacional de aquellos trabajadores que por el dominio y cantidad de tareas que realizan, así como por el control autónomo que ejercen sobre su trabajo y su tiempo son definidos genéricamente como “profesionales”: médicos, abogados, arquitectos, y un largo etc., donde la pericia y los contenidos de su trabajo imperan por encima de la faceta organizativa.
El principio ocupacional como visión del trabajo está muy vinculado a la aparición y desarrollo de los gremios laborales allá por el siglo XII. Los gremios son una manera palpable de observar la influencia que pueden ejercer los individuos en torno a una ocupación cuando se organizan como colectivo. Cómo pueden ser incluso parte determinante del cambio social de toda una época (los gremios fueron un gran motor económico y social, coadyuvando a la “eclosión” de las ciudades en la Baja Edad Media). Así ocurrió con el gremio de panaderos, constructores, plateros, astilleros, curtidores, perfumistas, orfebres y un sinfín de maestrías, donde lo que predominaba era la defensa y perfeccionamiento del oficio, del amor a la obra bien hecha. El auge del principio organizacional-formal que prima en la actualidad ( hemos pasado a preguntar dónde trabajas, y no en qué trabajas) se produce cuando el capitalismo comercial comienza a transformar las estructuras medievales y aparece tímidamente la fábrica, de tal manera que los artesanos y gremios ocupacionales comienzan a asociarse con la nueva burguesía emergente y con mercaderes, trasladando la producción a la fábrica y perdiendo por tanto, gran parte del control sobre el proceso y la calidad del trabajo. Esta pérdida de influencia del sistema ocupacional respecto al formal, tiene sus excepciones; hasta bien entrado el siglo XIX, en determinados trabajos se mantiene cierta aristocracia de oficio en tareas que requerían habilidades específicas. No obstante en términos generales, se impone el nomenclátor formal-organizativo, cuyas señas de identidad son el control y la estandarización del mundo del trabajo que ahora (siglo XIX) comienza a ser más homogéneo, fabril, dominador e impersonal.
Desde el punto de vista de la sociología esta ruptura con la esencia del trabajo y de las relaciones interpersonales cercanas ya las describe el sociólogo alemán Ferdinand Tönnies en “Comunidad y Sociedad”, desarrolla los conceptos de Gemeinschaft o Comunidadpara definir la vida sencilla y de relación directa entre los miembros de los grupos primarios, y su contrapunto: la Gesellschaft o sociedad expresión que define la actual situación compleja y organizativa desde todos los ámbitos de la vida, por supuesto el trabajo también.
Como contrapunto nada despreciable, podemos indicar que a pesar de la tendencia dominante, todavía muchos sindicatos y patronales se siguen constituyendo a la antigua usanza, por criterios ocupacionales, por oficios: sindicato de artes gráficas, sindicato del metal, confederación de comercio, federación de industrias químicas, etc. De hecho una división bien conocida de la actividad económica se centra en la estructuración por sectores de producción; minería y agricultura como sector primario. Las actividad y profesiones de la industria y la manufactura, encuadrado como sector secundario y por último, la actividad económica centrada en los servicios en su amplio espectro y que se encuadra y define como tercer sector. También como reacción a los modelos formales que se imponían, las profesiones liberales con alto grado de status social se corporativizaron, de tal manera que en gran medida consiguieron perdurar en el principio ocupacional y quedaron al margen del industrialismo y de la pérdida de autonomía que suponía la nueva etapa, sobre todo la cesión del control de parte del proceso de trabajo a empresarios y corporaciones.
La preeminencia y dominio de la visión formal-orgánica en cuanto al trabajo, está muy vinculada a las tesis de Emile Durkheim en “la División Social del Trabajo”, en donde afirmaba que en las anteriores sociedades simples donde primaba una actividad con ocupaciones relativamente poco diferenciadas era la solidaridad mecánica la que imprimía a la sociedad la cohesión y el orden social. El parecido perfil de los trabajadores en sus distintas ocupaciones crea una interdependencia entre ellos que da lugar a procesos de cohesión. En esta misma línea de argumentación, en las actuales sociedades complejas y desarrolladas donde prima una gran diversidad ocupacional (donde los perfiles de los individuos en el trabajo son muy variados y a veces antagónicos), no puede ser la similitud de ocupaciones y actividades donde resida la búsqueda de la integración del orden social. Es por tanto en la solidaridad orgánica donde es más fácil buscar la unión de la sociedad. Como consecuencia de esta gran fragmentación y diversidad en las ocupaciones laborales, los intereses seccionales son los que priman, la integración social se entiende mejor como poder, control y dominio y no como interdependencia entre trabajos y acciones similares o relacionadas.
La pérdida de influencia de la forma funcional u ocupacional está muy relacionada con los procesos de pérdida de cualificación laboral en muchas ramas de la actividad. Las nuevas tecnologías y sobre todo la automatización de los procesos de producción han incorporado gran cantidad de conocimiento a la actividad de las empresas, nadie duda del impacto en el mundo del trabajo del i+d+i, pero existe de forma paralela un vaciado del conocimiento profundo de muchos oficios y profesiones, una disminución en el conocimiento de los fundamentos del oficio. Cuestiones todas barridas por la inapelable eficiencia de los chips, la microinformática y la nanotecnología.
La relación problemática entre experiencia laboral y tecnología deviene de la capacidad de la última para penalizar el trabajo del obrero. Máxime cuando normalmente, la tecnología a utilizar es elegida e impuesta por personas de mayor status que deciden de forma unilateral. El control y gestión del conocimiento aplicado a los procesos de trabajo en la sociedad del conocimiento está en manos de la gerencia de las empresas y no en manos de los trabajadores y es por ello que ante un entorno aparente de trabajadores sobradamente preparados, se impone a un tiempo una visión de trabajadores con pérdida del control de su propia profesión. Es por ello que la mayoría de la gente sabe en qué empresa o factoría trabaja su vecino o conocido, pero nada o casi nada de cuál es su ocupación dentro de la misma. No es raro oír comentarios similares a este: “sé que trabaja en la fábrica de Ford desde hace años, pero no sabría decirte que es lo que hace exactamente….”. Es decir, sabe de él, quien le controla, quien le paga, donde está organizativamente encuadrado, pero nada del contenido de su trabajo, de su ocupación. Lejos quedan los tiempos donde la simplicidad del mundo laboral era tal que la tarjeta de visita de cada miembro de la comunidad era su ocupación: Manolo el lechero, Juan el carpintero, Luis el mecánico o “Don” Andrés el médico.
Artículo del columnista del Blog Ssociólogos Guillermo Garoz López
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