Adiós a las armas

Dinero reunió a un grupo de exmilitantes guerrilleros que lograron convertirse en pieza clave de la vida política del país. Ellos prueban que es posible reincorporarse a la sociedad con éxito.
De izquierda a derecha: William Moreno, concejal de Bogotá, ex M-19; León Valencia, director Corporación Nuevo Arcoiris, ex ELN; Antonio Sanguino, concejal de Bogotá, ex ELN, y Antonio Navarro, líder progresista, ex M-19.
De izquierda a derecha: William Moreno, concejal de Bogotá, ex M-19;
León Valencia, director Corporación Nuevo Arcoiris, ex ELN;
Antonio Sanguino, concejal de Bogotá, ex ELN,
y Antonio Navarro, líder progresista, ex M-19.

Es un hecho: los diálogos entre el Gobierno y la guerrilla no tienen marcha atrás. Por lo menos durante esta primera etapa de discusión, cuyo eje central girará en torno a los cinco puntos contenidos en la agenda de negociación. Uno de ellos –tal vez el más polémico– es el que tiene que ver con la eventual participación de los excombatientes de las Farc en las instituciones del Estado. Un planteamiento que genera toda suerte de posturas, básicamente porque a juicio de muchos resultaría inaceptable abrirles las puertas del Congreso o de cualquier otra instancia estatal a personajes con el historial que llevan a cuestas ‘Timochenko’ o ‘Iván Márquez’.

En su momento, cuando se surtieron las negociaciones con el M19 y ciertos intelectuales del ELN le apostaron a la desmovilización, el debate sobre su cabida dentro de la vida pública tampoco se hizo esperar. En contravía de los preceptos de los conservadores más radicales, no obstante, muchos de los líderes guerrilleros de entonces lograron insertarse en la vida pública y, al mismo tiempo, se convirtieron en piezas fundamentales de la política nacional.

Fue el caso de Carlos Pizarro, Rosemberg Pabón, Gustavo Petro, Antonio Navarro Wolff, Everth Bustamante, Antonio Sanguino, León Valencia y Vera Grabe, por mencionar un puñado. Muchos de ellos dejaron su marca indeleble en momentos históricos de Colombia como la promulgación de la Constitución del 91. Y otros, por su parte, siguen participando activamente en la construcción de país desde sus diversos escenarios políticos.

Todo eso, a juicio de los conocedores del tema, es una muestra de que la democracia colombiana tiene un indiscutible sello pluralista. Sin embargo, no está de más advertir que los actuales cabecillas de las Farc no tienen mayores convergencias con aquellos dirigentes guerrilleros que alcanzaron un lugar en la vida pública. Así las cosas, el desafío que le espera al Gobierno para definir el futuro de los miembros del Secretariado no será menor.

Pero, mientras llegan a un acuerdo, Dinero reunió un grupo representativo de exmilitantes de algún movimiento guerrillero que hoy tienen una voz influyente en el país y se han ganado un espacio indiscutible en la política colombiana. Su caso muestra que es posible volver a la vida civil y, desde allí, dar la pelea por las ideas y convicciones que los guían.

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