Silla Vacía, saca un artículo muy interesante, sobre la otra Corrupción que esta vez es en los Medios Digitales, Medios de Comunicación y como manipulan todo en favor de los políticos y la industria de la información ha caído en esa trampa muy mortal.
Un candidato novato a las elecciones al Congreso fue invitado a la cabina en una emisora de alcance medio a nivel nacional para el programa más escuchado de la mañana. Antes de entrar al aire, el director del espacio lo llamó a una esquina de la cabina para decirle al aspirante que “no sabía cómo era el negocio de la política” y que no lo conocían lo suficiente como para “darse el lujo de tener la prensa detrás de él”. Además, que haberlo invitado a la emisora “no era una obra de caridad”. Y después le propuso que con amigos reuniera plata para ayudarle (no le dijo cuánto), y a cambio lo llamaría todos los días para entrevistarlo de aquí a la fecha de elecciones.
Al candidato se le notó la molestia de inmediato. Frunció el ceño y paró la conversación. Le dijo que no tenía la plata para eso y que no iba a apostar por esas tácticas. Segundos después el director entró al aire, le hizo al candidato cuatro preguntas de mala gana y lo despidieron.
Nunca más lo volvieron a citar.
Esta anécdota (y al menos cinco más por el mismo estilo) que recogimos en lugares distintos del país dan cuenta de la misma realidad: hay periodistas y medios de comunicación que por debajo de cuerda piden plata a las campañas y a los candidatos a cambio de publicidad política disfrazada de información.
Y viceversa: hay candidatos que le pagan a los periodistas y funcionarios que entregan pauta publicitaria oficial a los medios que hablan bien de sus acciones, so pena de quitar esos recursos sin aviso si publican algo que no les gusta.
La payola
Estos tratos entre periodistas y políticos se han vuelto parte del panorama en muchas regiones, pero no es un fenómeno ajeno a medios nacionales en Bogotá como lo demuestra la anterior anécdota.
“Acá la gente del común lo nota, cuando un periodista arranca a hablar bien de un político la gente deduce que le están pagando por eso”, nos dijo un comunicador costeño que ha vivido lo suficiente para cubrir más de una veintena de elecciones.
Él nos contó que el trato arranca cuando un periodista le insinúa al candidato que le pase plata por debajo de la mesa y así lo sacará más al aire o publicará sus notas. Esa ‘payola’, que es como se conoce al pago a cambio de publicar ciertos contenidos, se concreta cuando arranca la publicación de historias a favor del político y él ve los resultados, así sea solo en el tamaño de su ego.
Un diputado que estaba en plena campaña tuvo una cita con el director del periódico más grande de su departamento. En la reunión en el periódico, el director del diario le pidió 600 millones de pesos y a cambio le ofreció publicar noticias de él todos los días durante los dos meses siguientes.
El político, que iba por la reelección, le dijo que la plata ya la tenía reservada para otras actividades de campaña, y declinó, según nos contó. Pero dice que muy pronto se dio cuenta de que el trato lo aceptó un competidor que tuvo exposición durante 60 días en ese diario.
Por eso, parte del incentivo de estos tratos es que el que no los haga compite contra el que sí lo hace.
La payola se mantiene cuando el político llega a un cargo público.
Una periodista nos contó que en plena sesión del Concejo de su ciudad vio a un colega de un periódico local que le puso en la curul a un concejal todos los recibos de los servicios públicos de su casa. El concejal los tomó, se los echó al bolsillo, y sacó los billetes para pagarle.
El negocio es tan rentable que algunos periodistas han creado sus propios medios auspiciados por políticos. La información no aparece como publicidad política porque “a los políticos no les gusta eso”, nos contó un periodista que sabe del negocio en el Valle.
Además, como en todo buen negocio, a veces los dueños de estos medios, les dan una ‘pruebita’ por adelantado para engancharlos, incluso sin que los políticos se den cuenta.
Un político valluno nos contó que una vez vio una noticia favorable sobre él en una publicación virtual y estaba feliz hasta que llegó el periodista que la escribió a cobrarle 5 millones de pesos por la misma. El político, a quien todavía le da rabia recordar la historia, le dijo que no tenía la plata y que tampoco se podía comprometer con pagársela. Nunca volvió a salir en ese medio.
Otra forma de mantener la pauta en emisoras pequeñas en región y que le sirve a los políticos porque pueden manejar directamente lo que se emite, es el arrendamiento de espacios y secciones a periodistas o políticos con ínfulas de comunicadores.
El espacio por una hora puede variar por emisora, pero normalmente es de un millón a dos millones de pesos en el caso que conocimos. Allí el que tenga la plata tiene su espacio. Así ocurre en una emisora de amplio alcance en el sur del país, donde el director regional de un partido tiene espacio de una hora semanal. Y lo hace desde hace 2 años donde entrevista a sus amigos.
Todas estas formas sirven para un mismo fin: mostrar la cara amable del candidato o del político antes, durante y después de la época electoral y también para atacar o minimizar al candidato o político contradictor.
Estas estrategias, sin embargo, tenían un impacto mayor antes de la irrupción de Internet. Con el auge de las redes sociales, las estrategias para ganar y reproducir el poder son muy diferentes, cuesta a veces más plata. Y muchas veces no funcionan.
El mercado negro de Twitter
Sin la necesidad de un intermediario como el periodista o el medio y con la posibilidad de hablar de tú a tú con los futuros votantes, las redes se han convertido en una obsesión para muchos candidatos y políticos en ejercicio. ¿La meta? Intentar replicar el caso de Álvaro Uribe o Gustavo Petro que a punta de trinos han convertido sus cuentas de twitter en medios en sí mismos.
Por eso, las campañas además de tener un jefe de comunicaciones ahora contratan a un community manager que propone la estrategia para redes y dos o tres personas de entera confianza del aspirante que tienen acceso a sus cuentas personales para postear y trinar mensajes a su nombre.
Twitter es particularmente importante en las campañas colombianas y en general para los políticos porque el fin de esta red es crear discusiones entre los usuarios, y si son lo suficientemente intensas y se vuelven “tendencia” son retomadas por los medios, ávidos de tráfico digital.
Para lograr esa interacción manejan varias tácticas.
La primera de ellas es la más lenta de todas. Consiste en acumular seguidores a punta de trinar todos los días de forma constante y hacerse a un nombre dentro de la red. Como esa estrategia toma tiempo, mucho más de lo que dura una campaña electoral, e implica tener muchas cosas significativas que decir o la gracia para decirlas, algunos candidatos usan estrategias más tramposas.
La más famosa es la de comprar seguidores, para crear la falsa idea de que el candidato tiene muchos apoyos.
Mil seguidores nuevos en Twitter pueden costar desde 9 euros (en euros porque las páginas de internet que los ‘ofrecen’ están alojadas en Europa); el mismo número de seguidores en Facebook cuesta desde 15 dólares y en Youtube más de 100 dólares. En esta red social de videos es más costoso porque a medida en que crecen los suscriptores a un canal y sus videos son reproducidos con cierta constancia, les ofrecen pautas comerciales, que les generan dinero a los que crean los contenidos.
Los seguidores no son reales. No hay nadie detrás de esas cuentas. Son creadas a través del mismo computador y un correo con el que se inscriben las cuentas en Twitter. Aplicaciones especiales ‘ordenan’ a todas las cuentas retrinar lo que dice el candidato o trinar el mismo mensaje para imponer una tendencia a partir de la repetición.
Son fácilmente reconocibles porque no tienen foto, tienen seguidores también sin foto y solo mandan mensajes en apoyo al candidato. Son los fantasmas del ciberespacio.
El problema para el candidato es que las reglas de seguridad de Twitter contra los bots (cuentas automatizadas) hacen que sean fácilmente detectables y que la Red proceda a anularlas. En ese caso, el candidato pierde su plata.
Para que el crecimiento de seguidores parezca real y producto del trabajo del candidato, hay dos agencias de comunicaciones en Colombia que ofrecen servicios más sofisticados, como contratar ‘call centers’ de cuentas: personas de carne y hueso que crean cuentas desde diferentes mails e interactúan con el candidato. Se ven más auténticos y son más difíciles de detectar.
Un plan de estos puede costar hasta 15 millones de pesos por mes para tener 600 seguidores ‘reales’ que trinen en diferentes horas del día y ayuden a crear tendencias en Twitter. Saber si en realidad hay 600 personas detrás de esas cuentas es difícil de saber y menos si hay un pago en esos call centers.
Otro plan que ofrecen estas agencias es que twitteros influenciadores (gente que es famosa solo por ser twittera), como blogueros, youtubers o simplemente personas con muchos seguidores (en su mayoría reales) y con impacto en las redes trinen en momentos específicos y ayuden a lograr tendencias.
Que un influenciador en las redes trine a favor de un candidato puede costar hasta 15 millones de pesos al día, según nos contó el director de la campaña digital de un candidato al que le ofrecieron ese servicio. Esa ganancia es inmediata porque el impacto del influenciador ayuda a crear una tendencia.
A ese influenciador le queda una cantidad de esa plata, pero la mayoría queda para la agencia.
Ese tipo de campañas no solo la hacen los candidatos. El gobierno Santos, a través de la Imprenta Nacional, contrató a un estratega digital por 71 millones de pesos durante un mes para que él y 30 personas más trinaran, postearan en Facebook y comentaran fotos en Instagram a favor del Presidente por un mes.
Además de eso, la campaña se apalanca en los grupos y la base política del candidato, para que sus trabajadores, amigos, familiares y bases comenten, trinen y hablen en las redes de noticias favorables al aspirante.
Es muy usual que los directores de comunicaciones, jefes de prensa o community managers tengan grupos de whatsapp con estos contactos para ordenarles qué trinar y a quién atacar en Twitter. Esa táctica también la usan congresistas, partidos políticos y mandatarios.
Eso sucedió, por ejemplo, en Bucaramanga, donde los funcionarios de la alcaldía de turno recibían instrucciones del jefe de comunicaciones digitales para emitir mensajes a favor de la administración y atacar a los opositores. Y al Alcalde de ese momento le entregaban reporte de quién estaba comentando en redes y quién no, como lo contó Vanguardia.
Aunque hasta ahora nadie en Colombia ha ganado una elección por Twitter, en un mundo cada vez más interconectado, dar la apariencia de poder equivale muchas veces a tener poder.
El fin de ambas estrategias, en el mundo digital y en el real, termina siendo el mismo: tener el mayor número de personas que lo sigan, así al principio muchas de ellas no sean más que un algoritmo. Con plata, tiempo y suerte, la esperanza es convertirlos en seguidores de verdad.
Nota: Este capítulo hace parte de un libro que sacará La Silla Vacía en unos meses sobre cómo se alcanza y se reproduce el poder.
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